top of page

Serie DiotedeLuz (selección)

"Escribir sobre tucanes cuando pienso como canario, de entrada, es algo complejo, pero la magia de las plumas, aunque algunos las utilicen como reproches o castradores juicios, tienen eso que se llama vuelo y ante los vuelos siempre quedo extasiado, sea el de un avión, una golondrina o un linacero.

¿Por qué escribir sobre tucanes o también llamados diotes? La respuesta es muy sencilla y es porque Felipe Juan deseaba hacer un homenaje, con una de sus exposiciones, a la mujer que él considera su segunda madre, a Nena, y ella era una enamorada de estas curiosas aves tropicales.

Como esto va de seres alados decir que poder otear a vista de pájaro es algo que el ser humano siempre ha soñado hacer y, por tanto, yo también, como intentara Leonardo, me sentí, por la magia que comparte Felipe Juan, tucán y, como siempre, canario sin jaula y no por un solo día sino por todos los días y vuelo, imaginándolo como hicieran esos grandes genios que pintaban sueños, gracias a ti, hoy, escribiendo lo que me pediste me sentí, más que nunca, creador de sueños, viéndome volar en medio de una inmensa bandada de tucanes, que cobran vida cuando los pintas, compartiendo esas escenas que burbujean colores, lo que te hace ser un pintor festivo, que reparte frescura, pues tus colores, en esta ocasión, nos presentan la magia de los tucanes o diotes, donde priman, por lógica, sus negros colores pero en el que Felipe Juan resalta el colorido de sus  picos, pechos y cuellos sobre sus personales fondos floreados.

La obra de Felipe Juan tiene mensajes, siempre los tiene, que invitan a la meditación, como dijera el pintor y escultor Guillermo Pérez Villalta: “Los cuadros están hechos para estar en lugares de meditación”. Una exposición de Felipe Juan es, precisamente, un lugar de meditación y por tanto están todos invitados a hacerlo. Sientan como el cuerpo deja atrás su peso y, como un ave, es capaz de volar sobre un mundo que necesita de muchas alas y menos armas de destrucción masiva.

No sé si cuando por primera vez se dijo “te doy un pico” se pudo pensar en un ave y más concretamente en un tucán o diote, yo me voy a imaginar que sí y voy a sentirme volar como un tucán, aferrado a su gran pico, poderoso si lo comparo con el resto de su cuerpo, y grito desde las alturas gracias por darme alas y desde las nubes, confundido con ellas, me imagino dándole un beso al ser que más quiero.

Es tu homenaje Felipe Juan a tu segunda madre, a Nena, y te vi niño en Venezuela y te vi volar hasta aquí, pintando tus sueños, salpicándolo todo de colores, esos que el arco iris nos regala, ese lenguaje universal que la cromatología nos brinda y pensé unirme al tuyo porque Carmen, a la que llamabas Nena, tu segunda madre, siempre hay una Carmen en las familias canarias, y mi familia no iba a ser menos y sentí como me aferraba a la mía, bueno, mejor decir, al recuerdo que permanece anudado, con cordón de San Blas, a mi tobillo, a mi deseo de estrecharla y disfrutar de nuevo de su presencia y me tomé la confianza, pidiéndote comprensión por ello, de compartir tu homenaje y, al menos, cuando he escrito este texto para ti, esos achuchones que hace poco en vivo tanto me emocionaban, decidiendo unirme a esa emoción que te sé te embarga, por todo lo que aportó Nena a tu vida y Mema a mi vida.

Quizá no debí entrar a formar parte de este escrito, pero pensé, más bien creí, que era una colorista oportunidad para que el vuelo de los tucanes nos llevara al no lugar en el que las memorias son realidades, al menos por unos instantes y es que como dijera el moralista y ensayista francés Joseph Joubert: “La memoria es el espejo donde vemos a los ausentes”.

Sentí, cuando escribía este texto, como una brisa me rozaba, como si lo hiciera con labios que me eran conocidos, y me llenaba de dulces caricias y me imaginé escuchar, entre cantos de tucanes, como Nena y Mema se encontraban una noche como la de hoy, en Valleseco, y se decían, aunque, en realidad, no las escuchara, lo típico que dice una madre: ¡que orgullosa estoy de mi niño!"

                                                                                                                                                                Juan Francisco Santana Domínguez

bottom of page